martes, 30 de octubre de 2007

La carretera de Teror y la destrucción del paisaje

La nueva carretera que, desde Tamaraceite, llega hasta Teror ya está construyéndose. Será una vía, nos promete el gobierno canario, que reducirá en algunos minutos el recorrido y al mismo tiempo reducirá el número de las temidas curvas. Varios viaductos y túneles harán, según la propaganda oficial, el trayecto más agradable, rápido y seguro.

Teror es un municipio con grandes valores naturales y culturales. Está en un lugar privilegiado ocupando el antiguo valle de Aterure. Su población ha tenido un suave crecimiento durante décadas, un crecimiento natural que ha hecho crecer el suelo edificado pero sin excesos hasta el momento.

La construcción de una nueva vía, sobre todo si es vía rápida, conlleva cambios en la población que sirve. De este modo se observa en varios casos en la isla de Gran Canaria. El mismo Tamaraceite que mencionábamos antes una vez la circunvalación a Las Palmas permitió llegar al pueblo en menos de diez minutos comenzó una salvaje especulación urbanística que ha multiplicado, y lo que queda, la superficie urbana. Lo mismo ha pasado con Agaete, por ejemplo, que después de que la GC-2 llegara al pueblo ha aumentado la construcción, con la excusa que era para los jóvenes del pueblo cuando ahora deben marcharse a otros municipios debido a los altos precios de las nuevas viviendas.

En este caso, la carretera de Teror, ocurre subiendo un nuevo escalón hacia el interior de la isla de Gran Canaria. La especulación urbanística se intensificará ante una mayor demanda, real o inventada, de gente que quiere vivir en el campo pero llegar en “cinco minutos” a Las Palmas. La pregunta es: ¿es necesaria esta nueva vía?, o mejor, ¿es necesario este proyecto en concreto?. ¿No era suficiente con mejorar la actual vía para mejorar el transporte y las comunicaciones sin viaductos?.

Parece claro que los intereses superan a lo meramente normal, es decir, mejorar la calidad de vida de los habitantes de Teror. Se necesita una vía de mayor capacidad para justificar la construcción masiva que dé respuesta a la “demanda” y de esta forma permitir la salida de los fondos acumulados en la RIC a través de impuestos no pagados. Y todo ello, como colofón, en una isla en la que hay decenas de miles de viviendas vacías.

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