viernes, 16 de julio de 2010

Campos abandonados e importación masiva


Una visión de la Vega Grande de Gáldar y Guía, en el norte de Gran Canaria, muestra dos caras diferentes según nos situemos al sur o al norte de la montaña de Ajódar. Al norte de la montaña se extienden cultivos de exportación bajo plástico dominados por el plátano aunque también con otros cultivos como pepinos y flores.

Al sur de la montaña el panorama es diferente. Apenas subsisten algunas explotaciones de plataneras mientras la mayor parte de las fincas se encuentran abandonadas. Se trata de tierras de gran calidad que sufren fuertes presiones urbanísticas como la que se va a concretar en la construcción de un nuevo centro comercial que se añade a la ya saturada oferta que existe en la isla.

Importamos más del 80% de los alimentos que producimos mientras tierras de gran valor se encuentran abandonadas y en trance de ser destruidas. No se trata de regresar a una economía agraria sino de establecer una economía equilibrada en la que el sector primario tenga un peso específico. La producción de alimentos en las islas supone una mejora en la capacidad de autoabastecimiento que daría lugar a la disponibilidad de alimentos más frescos en mayor cantidad de la que ahora disponemos, al tiempo que se favorece la economía productiva y se disminuye la dependencia exterior.

Grandes extensiones podrían ser puestas en producción por cooperativas organizadas de forma horizontal con tierras cedidas por las administraciones o particulares. El modelo económico acelerado que hemos sufrido en los últimos 15 años muestra su incapacidad para lograr un desarrollo equilibrado en nuestra tierra, más al contrario, supone la ocupación masiva de suelo rústico en el monocultivo de cemento y piche, mientras se hipoteca nuestro futuro y nos vamos haciendo más dependientes.

Un modelo equilibrado precisa un cambio en la concepción de espacio en la que este no se vea como una mercancía, sino como un bien precioso a proteger, que acoja las actividades económicas en función de las necesidades de la población y no en función de la cuenta de resultados de una minoría. Y en esa concepción es necesaria una reserva de suelo agrícola, que se ponga en producción para abastecer el mercado interno.

La participación ciudadana es fundamental para alumbrar el nuevo modelo, de modo que la colectividad se haga dueña de su destino y no ocurra la tremenda contradicción de que necesitemos importar cada vez más alimentos, mientras miles de hectáreas de cultivo se encuentran abandonadas y en peligro de ser sepultadas para siempre.

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