Por su interés, publicamos el siguiente artículo de Antonio González Vieitez.
ESTIMULAR EL CRECIMIENTO VERSUS ORGANIZAR LA SOSTENIBILIDAD
En las últimas semanas los voceros más conspicuos del empresariado canario, desde ámbitos institucionales tradicionales (Confederación Canaria de Empresarios, Círculo de Empresarios) y, también desde nuevas plataformas (Centro Atlántico de Pensamiento Estratégico (CATPE) y Fundación Emeris), nos vienen ofreciendo sus propuestas para salir de la crisis. A mi juicio, se trata de iniciativas que parecen coordinadas, y que aprovechan una coyuntura que consideran favorable a sus intereses, especialmente por dos razones.
La primera es que, al margen que se haya hecho poco en las islas para superar el vendaval del paro, la recuperación económica de los países centrales de la Unión Europea, está empujando a nuestro sector locomotora, el turismo, que comienza a mostrar signos inequívocos de vitalidad. Además a esta tendencia se unió un impresionante rebote exógeno, ocasionado por las inesperadas convulsiones políticas del Mediterráneo musulmán. Estos acontecimientos, sin apenas más análisis, han “despertado” las pautas de actuación tradicionales y la dirigencia canaria, siguiendo el guión al pie de la letra, se apresta a intentar repetir, una vez más, el ciclo alcista del conglomerado Promoción- Urbanización-Construcción-Inmobiliario-Residencial-Turístico (engrasado a conveniencia con el lubricante, 3 en 1, de la especulación). Esa es la explicación evidente por la que el primer informe del CATPE, en su misma presentación en sociedad, se centre en denunciar las rigideces excesivas y la sobrelegislación que “atenaza” al Territorio en el Archipiélago. Que no hacen otra cosa que desalentar a los “emprendedores” y espantar la tan deseada inversión inmobiliaria. Por eso, entiendo que (al margen de reconocer las ineficiencias del sistema que se pone en tela de juicio), es necesario denunciar que, entre los objetivos básicos planteados por estos voceros, está el acabar de una vez por todas con lo que queda de las Directrices y, al tiempo (lo que es defendido sin complejos por el PP), hacer desaparecer del mapa a la COTMAC. Con la finalidad declarada de convertir al Territorio en pura mercancía, e instaurar el sistema de barra libre para su utilización.
La segunda razón para esta avalancha de propuestas, a mi juicio, es la proximidad de las elecciones locales y, sobre todo autonómicas. Parten de la convicción de que es el momento de avanzar, sin ninguna traba, en la “conquista” del más descarado Liberalismo (lo del “Neo” es un intento engañoso de diferenciación). Por eso plantean que lo que quieren no es otra cosa que lo que se está imponiendo de forma tan ominosa en Grecia, Irlanda, Portugal…Y que es igualito a lo que están defendiendo el Fondo Monetario Internacional, la OCDE, el G-20, el Banco Central Europeo, el Banco de España y, con un entusiasmo mayor o menor, los Gobiernos de los 27 países de la UE.
Y es justo en este escenario, donde confluyen con la Globalización en marcha. Y donde se atreven a defender medidas inimaginables hasta hace apenas tres años. Y a continuar dando más vueltas de tuerca. Así, además de congelar pensiones, disminuir salarios, aumentar la edad de jubilación, abaratar el despido, privatizar las Cajas de Ahorro, Aena, la Lotería Nacional, Emalsa… Ahora proponen modificar la negociación colectiva, ligar los salarios a la productividad, disminuir fuertemente la financiación de la Sanidad (retengan que la Sanidad Canaria es la que más ha bajado su presupuesto en 2011, nada menos que el 12,4 %) y de la Educación, forzándolas a disminuir la calidad de sus servicios públicos y, como consecuencia, segregando una sanidad y una educación potentes para los más ricos y otras, degradadas y desmanteladas, para todos los demás.
Hay que subrayar que se trata de un comportamiento “globalizado” de la sociedad moderna, que está llevando, con sus propuestas socio-económico-políticas, a colocarnos a la inmensa mayoría (en algunos aspectos, a la totalidad) de los ciudadanos del Planeta, al borde del precipicio, a caminar por el filo de la navaja.
En este sentido, no es necesario que traigamos a colación a Fukushima (recordemos que donde está presente la energía nuclear, por ejemplo en el sol, no existe vida. Por eso, su utilización masiva exige unos niveles de aislamiento tan pluscuamperfectos, que son inalcanzables), es suficiente mencionar el Cambio Climático. O lo que está ocurriendo con la disminución de la biodiversidad. O, en otro orden de cosas, lo que acaba de ocurrir con la terrible crisis económica mundial, que tuvo sus orígenes en la desregulación bancaria pero que acabó azotando a la economía real con el vendaval del paro. Al borde del precipicio está la sociedad griega, a la que se está forzando a aceptar lo inaceptable. O nuestra propia sociedad canaria, con un 30% de paro, que llega a un 45% de los jóvenes isleños.
¿Y…? Pues todo eso es posible porque han conseguido gravar a fuego en las mentes de todos los ciudadanos, que es así porque no hay alternativa. Que hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades (me refiero al Estado del Bienestar). Que “es lo que hay”. Y que, por tanto, la rebelión, la indignación y hasta la insumisión son actitudes y comportamientos, además de inútiles, estúpidos y que “nos expulsan a la melancolía”.
Pero ¡No es verdad que la civilización humana nos haya metido a todos en una ratonera sin salida! Conocemos de sobra la existencia de los movimientos sociales alternativos. Y, los que tengan curiosidad e interés por estos temas (el Gran Tema de la Civilización actual), pueden estudiarlos en centenares, miles, de textos teóricos y Manifiestos Sociales donde se viene elaborando la imprescindible idea que “Otro Mundo es Posible”.
En este sentido, las propuestas empresariales que veíamos más arriba, van encaminadas a eliminar las rigideces y las reglas en vigor que, según ellos, hay que arrasar para poder estimular el crecimiento. Y esa afirmación solo se sostiene en la idea de que el crecimiento económico es infinitamente continuo. Y que las crisis y las recesiones siempre se solucionan creciendo más y más. Y, a estas alturas del 2011 de la era cristiana, todos sabemos que eso es sencillamente imposible, insostenible.
Porque la verdadera opción que se nos presenta en esta encrucijada canaria, europea y mundial es, o bien apostar por la vía de estimular el crecimiento económico y cuanto más mejor, o bien apostar por la vía de organizar la sostenibilidad. Sabiendo que, para ser sostenibles, los comportamientos y las políticas individuales y sociales tienen que adecuarse a las posibilidades y los límites que nos ofrece la Biosfera. Y que, para salvaguardarlos, es necesario establecer las reglas, las leyes y los topes adecuados. Aquí y ahora no hay espacio para desarrollar estas ideas, de sobra documentadas en la literatura al uso y al alcance de todos. Lo que me interesa destacar, para terminar hoy, son dos obviedades.
Una. Contra las propuestas planteadas por las instituciones empresariales de desregular, privatizar y liberalizar “los mercados”, aquí estamos defendiendo la estrategia de que, organizando la sostenibilidad, podemos ser capaces de evitar merodear por el filo de la navaja. Y que la única forma civilizada y democrática de hacerlo es estableciendo las leyes adecuadas que prioricen los intereses de esa sostenibilidad. Tanto los que se refieren a los aspectos medioambientales (energías limpias y públicas, lucha contra el cambio climático…), como a los socioeconómicos (dirigir la producción y el consumo hacia estándares sostenibles, distribución de la renta de forma justa y eficiente…). En este ámbito, la garantía de los servicios públicos fundamentales es determinante.
Dos. Si la única forma de arreglar los “fallos de mercado” es legislar de manera sostenible, resulta que el único instrumento democrático concebido para conseguirlo, es La Política. Pero ocurre que todos estamos escuchado, “ad nauseam”, que todas las opciones políticas al uso lo que plantean es “apaciguar a los mercados”. Y esta expresión es la utilizada por todos los responsables gubernamentales, siendo la única excepción famosa la del gobierno islandés. Pero eso es justo lo contrario de lo que se necesita. Por eso, la avalancha de propuestas empresariales que venimos comentando, van dirigidas a situar a la Política “en servicios mínimos”. A que los políticos no “entorpezcan” a los mercados, sino que los dejen hacer. Que son instituciones sabias, que nunca se equivocan, que siempre se autorregulan y que nunca destrozan las sociedades que a ellos se encomiendan. Y, con la fe del carbonero, siguen manteniendo estas tesis aún cuando toda la evidencia las niega.
Y entonces llegamos a la mayor de las paradojas, si se quiere contradicciones. Los que estamos convencidos que Otro Mundo es Posible, además de necesario, no tenemos otro instrumento a nuestro alcance para conseguirlo que La Política. Y, percatadas de este enorme riesgo, las clases dominante y dirigente, han hecho lo imposible para que los ciudadanos, y en primerísimo término los jóvenes, la consideren no como el único instrumento que disponen para cambiar sus vidas, sino como algo repugnante que hay que aborrecer. Porque es una profesión para lucrarse y porque “todos son iguales”. Es una plaga social, como el paro. Así, la política es una institución inservible y, sobre todo, prescindible. Hay que pasar de ella.
Por eso, si fuéramos capaces de informarnos, indignarnos y comprometernos políticamente, estaríamos en condiciones, primero, de apartarnos del borde de todos los precipicios y, segundo, de inaugurar una nueva fase, distinta y superior, de la Humanidad. Y eso se está debatiendo, al mismo tiempo, en las elecciones peruanas, en las calles del Yemen, en la Baja Sajonia, en Winnipeg y, por supuesto, en nuestro Archipiélago.
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