viernes, 19 de marzo de 2010

Marzo de 1937

Extraído de http://viajandoentrelatormenta.blogspot.com/

Francisco González Tejera

Aquel día la lluvia parecía querer resistirse al final del invierno y en pleno comienzo de la primavera todavía caían una gotas suaves, que hacían que todo oliera a tierra mojada, a hierba fresca en medio de un brisa fría que venía de la cumbre. El barranco de Tamaraceite seguía corriendo, un riachuelo pequeñito inundaba los estanques naturales, donde los chiquillos pescaban anguilas venidas barranco arriba del océano.

Esa noche mi abuelo Pancho no comió mucho, las papas fritas y los huevos que sobraron se las echaron a los perros cazadores, los 4 hermanos juguetearon hasta dormirse, Lorenzo, Diego, Paco, Braulio, escucharon hablar, casi en susurros, en el pequeño habitáculo donde dormían a mis abuelos sobre lo que estaba pasando, que estaban deteniendo camaradas en Arucas, en Galdar, en Moya, en Agaete, de como se estaban movilizando los ricachones y sus compinches para detener, desaparecer, torturar, asesinar. Mi abuela Lola, le decía que ella creía que a él no se lo llevarían, que no había hecho nada, que solo era miembro del Partido Comunista, de la Federación Obrera, que solo colaboraba con el alcalde de San Lorenzo, Juan Santana Vega, para mejorar el municipio y ayudar a la gente más empobrecida, pero que no habían motivos aparentes para una detención. Mi abuelo estaba inquieto, llegaban voces del sur donde ya habían detenido a varios, se decía que había una sima en Jinamar que se estaba preparando para tirar a todos los represaliados, para desaparecerlos y no dejar rastro de su lucha y su memoria.

Las voces dejaron de oírse y mi padre y sus hermanos se durmieron soñando con el próximo juego, con la escuelita de Don Santiago, con la próxima cacería de conejos y con el carro de madera que mi abuelo les había construido para jugar en el Estanque de Machado. Cuando el sueño era más profundo se escuchó un ruido atronador, como una detonación y un perro chillando amargamente. Era un disparo de pistola que le partió la columna al podenco que mi abuelo tenía amarrado en la puerta de su casa. A continuación gritos, maldiciones, blasfemias, insultos, exabruptos y un fuerte golpe en la puerta, una patada violenta y en un momento la pequeña habitación de jornalero pobre se llenó de caras indignadas, de tipos con rostros terribles, algunos terratenientes conocidos, de falangistas armados, con gorros rojos y camisas azules que siguieron golpeando y al primero que le tocó fue a mi tío Braulio de solo 4 meses, que lo tiraron de la humilde cunita de madera de una terrible patada, cayendo el bebé de cabeza contra la pared, lo que le produjo la muerte casi instantánea. Luego fueron a por mi abuelo, los chiquillos lloraban, mi abuela gritaba de pánico, pero los esbirros de apellidos nobles de las fascistas “brigadas del amanecer” lo golpearon, lo tiraron al suelo y lo sacaron de la estancia a patadas y golpes con las culatas de los fusiles.

Dicen los vecinos que vieron la detención que entre los fascistas estaba un importante empresario tabaquero, otro con grandes cultivos tomateros en el sur y con apellido ingles, varios familiares de un conde, otros de una marquesa y algunos miembros del lumpen que le hacían el juego sucio a los “niños bien” en las detenciones, las torturas, las violaciones a hijas de republicanos delante de sus padres y sobre todo en las desapariciones en agujeros, simas volcánicas, pozos y en arrojarlos a la “Mar Fea” metidos en sacos atados de pies y manos.

Mi abuelo, Francisco González Santana, conocido por Pancho la Mahoma, Antonio Ramírez Graña, Manuel Hernández Toledo, Matías López Morales y el alcalde comunista y maestro albañil, Juan Santana Vega, fueron detenidos junto a otros camaradas todos del municipio de San Lorenzo y llevados entre golpes hasta un sucio campo de concentración, para hacerles un consejo de guerra sumarísimo, organizado por militares asesinos y fascistas, que manipularon todo lo que había pasado para poderlos acusar y condenarlos a muerte por fusilamiento. El documento completo de este paripé de consejo de los milicos está guardado por mi familia, como una herencia terrible de lo que fue este golpe de estado contra el gobierno legitimo de la República.

Esta vergonzosa y sangrienta sentencia contiene entre otras aberraciones y mentiras la acusación de “delito de rebelión militar”, como si ellos fueran los sublevados y no los militares fascistas. Los inculpan “de haber establecido una situación de anarquía y desorden y de organizar grupos armados con el fin de hacer resistencia a la fuerza pública en toda la demarcación del término municipal de San Lorenzo, de llevar armas de fuego, de la incautación de la Central de Teléfonos, de la lonja de carnes, de la barbería, etc. Con la orden de que no se atendiese o despachase más que a los obreros. Que excitaban a las masas para que cortaran las cabezas de los burgueses, que trajeron dinamita para hacer resistencia a las fuerzas armadas…” Todo un argumento de sangre para poder asesinar a cinco luchadores y defensores de la democracia.

Este consejo de guerra, con minúsculas, los llevó directos a la muerte un 29 de marzo de 1937 a las 06,00 de la mañana en el campo de tiro de La Isleta. Un cura militar con sotana quiso confesarlos y los condenados se negaron, diciéndole a ese párroco de la muerte que ellos eran los pecadores, que ellos eran los asesinos, los ilegales que se habían alzado contra la legitima República, que estaban manchando de sangre las calles y pueblos de Canarias.

Las casualidades hicieron que en el pelotón de fusilamiento coincidiera un buen amigo de mi abuelo que hacía el servicio militar y que no pudo negarse a disparar. Pero este buen hombre fue testigo de los últimos momentos de estos cinco hombres valientes y heroicos, que hasta el último momento no se vinieron abajo y casi murieron dando vivas a la república y al comunismo.

Hoy cuando han pasado más de setenta años, en este 2010, todavía siguen impunes tantos crímenes. Los militares asesinos y esos fascistas de familias “nobles” no tuvieron condena por ese genocidio, quedando como reyes después del “montaje” de la transición o traición a todo un pueblo masacrado, siguieron libres, se presentaron a elecciones, algunos hasta con el PSOE, quedando impunes los generadores de tanto dolor, de tantos crímenes, de tanta tortura y sufrimiento.

Estos cinco héroes apenas han tenido reconocimiento por su digna muerte, por su lucha por un mundo mejor. Ni una calle, ni un monumento a la memoria, ni un reconocimiento ni siquiera del PSOE que ahora manda en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, y que parecen tener temor a levantar las ampollas del fascismo, a que los constructores y ricachos de apellidos rimbombantes que les pagan las elecciones les recriminen remover sucesos que “es mejor olvidar, perdonar, reconciliar”, pero después de haber asesinado a miles.

Mientras tanto los que nos gobiernan en el estado español y paladines de la democracia, colaboran con el asesino imperio de Estados Unidos, participan directa o indirectamente en la masacre de otros pueblos en Irak, Afganistán, Palestina, Sahara, etc., siendo cómplices directos en la muerte de millones de seres humanos por hambre y sed en los países empobrecidos, participando de forma vil y asquerosa en el festín de una dictadura del capital al servicio de los poderosos de la tierra.

En este marzo globalizado y de grave crisis capitalista, solo me queda recordarlos y enarbolar banderas rojas y negras, comunistas y anarquistas por los que cayeron luchando contra el fascismo, por la libertad, la igualdad y la fraternidad de los pueblos. Despertarme el lunes 29 pensando en ellos como gente humilde, sencillos, entregados a la lucha. Pibes jóvenes, algunos de menos de 30 años, que fueron asesinados por sus ideas. Fueron cinco como los cinco héroes cubanos encarcelados y condenados a cadena perpetua en los Estados Unidos. El cinco parece un buen número para recuperar la memoria, para lanzar al viento gritos y voces de esperanza.

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