viernes, 23 de julio de 2010

Los cinco fusilados de San Lorenzo ya tienen sus cinco calles

La Plataforma de familiares por el homenaje a los cinco fusilados de San Lorenzo, ha manifestado su inmensa satisfacción y agradecimiento con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, por haber sido asignadas cinco calles para los cinco fusilados de San Lorenzo, tras acuerdo el pasado mes de mayo con el Alcalde, Jerónimo Saavedra.

Juan Santana Vega, Alcalde de San Lorenzo, Antonio Ramírez Graña, Secretario Municipal, Manuel Hernández Toledo, Jefe de la Policía Local, Matías López Morales y Francisco González Santana de la Federación Obrera, ya tienen sus nombres en cinco calles del Distrito Tamaraceite-San Lorenzo, concretamente en las zonas de Ciudad del Campo, La Galera, Lomo los Frailes y el casco de Tamaraceite.

Su fusilamiento el 29 de marzo de 1937 en el campo de tiro de La Isleta, tras Consejo de Guerra sumarísimo, ejecutado por las fuerzas fascistas alzadas contra la legítima República, no ha tenido homenaje ni reconocimiento en más de 70 años de olvido intencionado por todos los grupos de gobierno del Ayuntamiento capitalino, consiguiéndose ahora gracias a la movilización ciudadana y a la sensibilidad del grupo de gobierno encabezado por Jerónimo Saavedra.
Paco González, portavoz de los familiares de varios de los fusilados y represaliados ha manifestado, “que tras tantos años de olvido y represión por fin se consigue el objetivo del reconocimiento a la memoria y la dignidad de los cinco de San Lorenzo, con unas calles en varios lugares de este distrito, el lugar donde estos cinco hombres luchaban por los más desfavorecidos, por los trabajadores, ganando unas elecciones por mayoría absoluta a pesar del caciquismo imperante en esa etapa de la historia de nuestra tierra”
Estas cinco calles ya asignadas no son más que un adelanto para el homenaje institucional y ciudadano previsto para el viernes 1 de octubre de 2010, donde se inaugurará en la Casa de la Cultura de Tamaraceite (antiguo Ayuntamiento de San Lorenzo) un monolito-escultura realizado por el escultor y vecino de Tenoya, Tino Torón, además de la presentación de distintas actividades relacionadas con los fusilados y represaliados, como unas jornadas anuales de recuperación de la memoria histórica, la elaboración de una unidad didáctica para los centros educativos de la zona y otras acciones.

González afirmó también, “que todos estos actos sembrarán semillas de fraternidad para las generaciones futuras, para que sucesos tan graves como los sucedidos no vuelvan a repetirse, cerrando una herida abierta en el corazón de las familias de los fusilados y represaliados, que por fin vemos un reconocimiento a cinco hombres que dieron su vida luchando por la libertad y la democracia”.

Señalar por último que esta Plataforma denuncia que tanto el Cabildo de Gran Canaria como el Gobierno de Canarias, han hecho oídos sordos a las demandas de homenaje a los fusilados de San Lorenzo, recibiendo el silencio sepulcral por respuesta a las peticiones de reunión con los presidentes, José Miguel Pérez y Paulino Rivero, lo que demuestra la escasa sensibilidad de estos representantes políticos con la recuperación de la memoria histórica y las familias de los represaliados por él fascismo.

martes, 20 de julio de 2010

Atamarazayt con el pueblo saharaui

Un nuevo acto represivo se produjo estos días contra los saharauis en los territorios ocupados del Sahara. Cuando 11 activistas regresaron de los campamentos de refugiados de Tinduf, fuerzas de ocupación marroquíes agredieron por medio de palizas y pedradas a las personas congregadas para recibirlos. Se da la circunstancia que atacaron sin miramientos a todas las personas que se encontraban allí, independientemente de que fueran ancianos o niños.

Un amplio grupo de personas tuvo que refugiarse en una casa ante la agresión desatada y los que intentaban salir eran brutalmente golpeados y golpeadas.

Los y las saharauis que viven en los territorios ocupados son continuamente agredidos por los ocupantes marroquíes sin que la misión de la ONU hagan nada. La inacción de la ONU se aprecia en la paralización del proceso de paz, ante la negativa de la monarquía marroquí a celebrar el referéndum. Mientras, la represión se mantiene.

Es vergonzosa la inacción de los gobiernos occidentales que le dan patente de democrático al régimen marroquí, cuando obviamente no lo es. Esta brutal agresión a unas personas reunidas para recibir a unos activistas que regresaban de Tinduf es la muestra.

La solución es la celebración del referéndum de autodeterminación y, mientras se prepara el mismo, la defensa de la población saharaui por parte de la misión de la ONU. Ya es hora de que cumplan su cometido.

Desde Atamarazayt apoyamos una pronta celebración del referéndum y la salida de las tropas de ocupación marroquíes.

domingo, 18 de julio de 2010

Rincones del Atlántico: Territorio y compromiso

Por su interés publicamos este magnífico artículo de Faustino García Márquez.

http://www.canariasahora.com/opinion/5931/

Hace 50 ó 60 años, en una época que mis irrespetuosos nietos ubican más o menos en el Jurásico Superior, la ropa tenía la condenada manía de encoger al lavarla. Y había que lavarla muchas veces, no solo porque entonces el mundo estaba lleno de tierra y barro y matos y bichos y otras cosas maravillosamente sucias, sino porque esa ropa tenían que heredarla, entre amulamientos y rezongos, nuestros hermanos menores. Para contrarrestar la merma, nos la compraban bien grande, y los primeros meses íbamos flotando dentro de nuestras camisas de popelín y teníamos que apretarnos el cinturón hasta la asfixia para evitar imprevistos deslizamientos pantaloneros. Lo que no sabíamos entonces es que el mundo, nuestro mundo, también encogía, y que ese mundo también tenían que heredarlo nuestros nietos y los nietos de nuestros nietos.

La isla

No sabíamos que el inmenso territorio de nuestra infancia y juventud, que creíamos que era del mejor género existente, iba a mermar de forma tan descarada. Los largos viajes en un deslumbrante Willis Knight de 1935 desde Bravo Murillo a la Vuelta de los Tarajales para jugar entre las plataneras y ver las vacas nos daban una idea de su extensión, pero no eran nada comparados con la agónica excursión en coche de hora a la Fuente Agria y la interminable expedición de descubrimiento y conquista del Oasis y la Charca de Maspalomas, con permiso del señor conde.

Sin embargo, a lo largo de los últimos decenios, se fueron asfaltando las pistas que quedaban, y aparecieron autovías, autopistas, túneles y puentes. Cada vez podíamos vivir más lejos, ir más deprisa, llegar más pronto, al menos hasta que fuéramos tantos los que nos habíamos ido a vivir más lejos, que ya la carretera, la autovía y la autopista no dieran abasto y los atascos empezaran a robar tiempo y votos, y entonces aparecían los nuevos carriles, túneles, puentes, trenes que nos permitían vivir aún más lejos, ir más deprisa, llegar más pronto, hasta que fuéramos tantos que … y así una y otra vez, atrapados en este devastador círculo vicioso.

Y en esa carrera contra el tiempo y el espacio, se nos encogió brutalmente la isla. La Vuelta de los Tarajales, la Fuente Agria y hasta Maspalomas, desaparecieron del imaginario épico y descendieron, con la Unión Deportiva, al insustancial lugar cotidiano. El paisaje se comprimió a toda velocidad, al pasar desde los 30 a los 120 kilómetros por hora, y se limitó a un fugaz vistazo a la franja inmediata, a uno y otro lado de la autopista, y a la borrosa presencia de la cumbre como telón de fondo. Tanto mermó, que algunos creyeron que, en este viaje, la isla no solo había encogido, sino desaparecido; se había quedado en unas cintas negras de asfalto y hormigón, unos bloques edificados y un suelo arrasado.

La revista

Pero entonces un amigo me dijo que había salido una extraña revista, una brillante y hermosa publicación. De natural incrédulo, me puse a buscarla y la vine a encontrar, por arte del diablo, justamente en el kiosco de la estación de guaguas. Cuando llegué a casa, con mi salomónica columna vertebral bastante perjudicada por el peso de la cosa, me puse a ojearla y comprendí el por qué de su singular nombre, Rincones del Atlántico. Porque la revista se dedicaba justamente a mostrar que la isla se había encogido, comprimido, pero seguía allí; solo que ahora sus esencias, sus presencias, sus paisajes, se ocultaban en sus más eróticos pliegues, en sus más recónditos rincones, y de allí los iba sacando cada artículo, cada foto, para permitir saborearlos página a página, una y otra vez.

Pero la revista no se limitaba a mostrar impúdicamente la belleza olvidada, plegada o escondida, sino que se implicaba, se comprometía con esa hermosura; tomaba partido por el paisaje y el patrimonio, tal como declaraba su propio subtítulo de “publicación para la difusión del conocimiento, la valorización y la protección del paisaje y del patrimonio”. Así ha seguido, ofreciendo la visión más consciente, completa y atractiva del territorio, con una edición cuidadosa y mimada, fotos deslumbrantes y una agradable tipografía. En éste número 6, los temas patrimoniales, paisajísticos y territoriales ocupan una parte sustantiva de la cincuentena de artículos que contiene; el anterior número 5 y el próximo número 7, con formato de auténtico y magnífico libro en dos tomos, se dedican íntegramente a la arquitectura tradicional en el medio rural canario, bajo el título común de arquitectura y paisaje.

A pesar de las diferencias de temas, autores, enfoques y sensibilidades, late en los artículos de todos los números un pulso común. El pulso del compromiso, el latido del amor a la tierra, la palpitación ante una realidad insatisfactoria. Si tras leerlos, no sienten ustedes un estremecimiento en el alma, unas ganas incontenibles de cambiar la vida, de salir y sentir el paisaje, de comprender y recorrer el territorio, si no sienten nada de ésto, les expreso mi más sentido pésame y lamento comunicarles que están ustedes completamente muertos.

El territorio

Y no estamos aquí para velorios. Sin catastrofismos ni alarmismos, estamos en un momento especialmente crítico de nuestra historia, un momento que se denota, más que en ninguna otra dimensión de nuestra realidad, en el territorio. Un solo dato puede darnos idea: en Lanzarote, Tenerife y La Gomera, en quince años, desde 1987 a 2002, hemos invadido con edificaciones e infraestructuras más de la mitad del suelo que habíamos ocupado desde la llegada de los europeos. En Fuerteventura, hemos construido, en ese corto plazo, casi el doble del suelo utilizado en los 600 años anteriores. Somos la generación con mayor capacidad de destrucción territorial de la historia de Canarias, y lo estamos demostrando día a día, obra a obra, ley a ley.

No somos conscientes de nuestros límites y de los límites de nuestro territorio. No nos conformamos con esparcir nuestras viviendas, nuestras urbanizaciones, nuestros centros comerciales, nuestras infraestructuras. No nos saciamos con dejar nuestra huella indeleble en el paisaje natural, rural y urbano, con destruir el patrimonio arquitectónico y etnográfico de siglos, sino que abandonamos la agricultura, reducimos año a año la superficie cultivada, primamos las importaciones y exportaciones sobre la producción propia, y así, aumentamos cada día la dimensión posible de un evento catastrófico que el cambio climático hace más probable.

El principal problema de nuestro territorio somos nosotros, los que no lo amamos, los que no nos implicamos en su defensa, los que elegimos a unos políticos corruptos, incapaces o insensibles que nos dan coartadas protectoras y leyes destructoras, que se empeñan en avanzar en contraflecha, siempre hacia el hormigón y la depredación, contra las especies y espacios protegidos, a costa del dominio público del litoral, a favor de los infractores y en contra de la legalidad. Y si hay un negocio inmobiliario difícil de vender, llaman a una o varias estrellas del show bussiness arquitectónico mundial, para que les hagan la ola y un banal lifting urbano. Y si alguien les dice que van desnudos, con las ilegalidades al aire, protestan airadamente por el daño que hacen a las islas tales denuncias, que no los vergonzosos colgajos, y piden a gritos una mordaza.

El futuro

Pero no nos queda tiempo para machangadas. El destrozo del territorio avanza y el cambio climático también. No podemos permitirnos el lujo de creer que no hay remedio, que detrás de este Berriel vendrán otros Berrieles, hasta el infinito y más allá. No hay sitio para la resignación, para la añoranza ni para la magua; tenemos que hacer un montón de cosas, desde la implacable fuerza que da la serenidad, la convicción, la voluntad y el conocimiento.

Y aquí vuelve el ejemplo y el compromiso de Rincones del Atlántico. Sin ruido, pacífica, tranquila, amable y tenazmente, Rincones lleva siete años formando, instruyendo, creando opinión, construyendo un hermoso espacio de reflexión y comunicación. A sus lectores nos toca ilusionar, consolidar, mover, extender, elevar, empujar, desplazar, implicar e implicarnos. Este es nuestro mundo, nuestro territorio, y no podemos mantenernos al margen.

Tenemos en este mismo número el ejemplo de la implicación de Rojas Fariñas y Enrique Sventenius; nos falta en esta sala la enorme, afable e incansable presencia de Jaime O’Shanahan, como nos falta en Lanzarote la presencia de José Saramago, el hombre que podía haber pasado por las islas como un extranjero más, aislado en una campana de cristal, ajeno a todo ruido externo, creando, y prefirió implicarse, levantar la voz contra la desigualdad, la ilegalidad, la corrupción y el destrozo del paisaje y del territorio canario.

Tenemos la inestimable ayuda de Rincones del Atlántico, contamos con el empeño, la voluntad, la destreza y el amor hacia su propia tierra de Daniel Fernández, que hace posible el milagro de que cada año se nos aparezca Rincones en lo alto de una humilde estantería, aunque sin pastorcitos cantando, que le darían un aire más rural y devoto. Cómprenla, hojéenla, manoséenla sin el menor pudor, morosa y amorosamente y cuando la terminen, sean consecuentes: pónganse en pié, implíquense, exijan. Y así sabremos que ustedes no están muertos, y nuestra isla tampoco.

viernes, 16 de julio de 2010

Campos abandonados e importación masiva


Una visión de la Vega Grande de Gáldar y Guía, en el norte de Gran Canaria, muestra dos caras diferentes según nos situemos al sur o al norte de la montaña de Ajódar. Al norte de la montaña se extienden cultivos de exportación bajo plástico dominados por el plátano aunque también con otros cultivos como pepinos y flores.

Al sur de la montaña el panorama es diferente. Apenas subsisten algunas explotaciones de plataneras mientras la mayor parte de las fincas se encuentran abandonadas. Se trata de tierras de gran calidad que sufren fuertes presiones urbanísticas como la que se va a concretar en la construcción de un nuevo centro comercial que se añade a la ya saturada oferta que existe en la isla.

Importamos más del 80% de los alimentos que producimos mientras tierras de gran valor se encuentran abandonadas y en trance de ser destruidas. No se trata de regresar a una economía agraria sino de establecer una economía equilibrada en la que el sector primario tenga un peso específico. La producción de alimentos en las islas supone una mejora en la capacidad de autoabastecimiento que daría lugar a la disponibilidad de alimentos más frescos en mayor cantidad de la que ahora disponemos, al tiempo que se favorece la economía productiva y se disminuye la dependencia exterior.

Grandes extensiones podrían ser puestas en producción por cooperativas organizadas de forma horizontal con tierras cedidas por las administraciones o particulares. El modelo económico acelerado que hemos sufrido en los últimos 15 años muestra su incapacidad para lograr un desarrollo equilibrado en nuestra tierra, más al contrario, supone la ocupación masiva de suelo rústico en el monocultivo de cemento y piche, mientras se hipoteca nuestro futuro y nos vamos haciendo más dependientes.

Un modelo equilibrado precisa un cambio en la concepción de espacio en la que este no se vea como una mercancía, sino como un bien precioso a proteger, que acoja las actividades económicas en función de las necesidades de la población y no en función de la cuenta de resultados de una minoría. Y en esa concepción es necesaria una reserva de suelo agrícola, que se ponga en producción para abastecer el mercado interno.

La participación ciudadana es fundamental para alumbrar el nuevo modelo, de modo que la colectividad se haga dueña de su destino y no ocurra la tremenda contradicción de que necesitemos importar cada vez más alimentos, mientras miles de hectáreas de cultivo se encuentran abandonadas y en peligro de ser sepultadas para siempre.